Era por el siglo XVI, en un día tormentoso, apareció en una posada, un caballero bien vestido. El posadero le abrió la puerta y le indicó dónde estaba la lumbre para que pudiera secar sus ropas. Como la tormenta no cesaba y la noche se echaba encima, decidió alojarse
allí; mandó que le prepararan una buena cena y una habitación para
dormir.
El Posadero, observando la buena calidad de las ropas del caballero, pensó que se trataba de alguien con mucho dinero, así que, decidió robarle el dinero. Le
sirvió la cena lo más rápido posible, y sin cambiar palabra con él para
que ,sin ninguna distracción, se retirara inmediatamente a su aposento..
El dueño de la posada, se despidió para acostarse, se metió en su
cuarto, buscó un afilado cuchillo, y con gran agitación esperó a que su
huésped estuviese acostado.
Esperó a que el huésped se durmiera, permaneciendo atento a cualquier ruido, y cuando se aseguró de que el caballero ya estaba dormido, se dirigió a su dormitorio, abrió
con cuidado la puerta, se lanzó sobre la cama y clavó repetidas veces
el arma sobre el infeliz. El asesino cuando comprobó que el hombre estaba muerto, registro sus ropas, hallando
en ellas varias bolsas de oro.
El posadero, satisfecho de si mismo, contó las monedas una y otra y vez, a continuación las escondió,
metió a la víctima, en un saco lleno de piedras y cosido,
lo cargó y lo llevó a la laguna de Taravilla, la cual
creen sin fondo y comunicada con la Muela de Utiel por abismos
subterráneos.
Cuando volvió a la posada, limpió y se deshizo de cualquier rastro del caballero, se acostó satisfecho y durmió toda la noche. Al
día siguiente, no encontró el cuchillo, y temió de que se lo hubiera dejado clavado en el cadáver, ya que el
arma llevaba grabada en la hoja su nombre y apellidos. Intentó tranquilizarse pensando que no había forma humana de que alguien llegara al fondo del lago y lo encontrara.
Pasaron los meses, y el posadero seguía con su vida. Pero un día, fuerte temblor de tierra se dejó sentir en la comarca,
abriendo las entrañas de la Muela de Utiel, lo que hizo que bajaran las
aguas del lago de Taravilla, hasta el punto de que el lago quedó seco. Ante tal acontecimiento, toda la población de alrededor, se acerco al lago para verlo. Uno de los curiosos, se fijo en un saco abierto, se acercó y vió un cadáver con un puñal en la mano, ese puñal llevaba el
nombre del posadero grabado. La noticia se divulgó rápidamente, y el asesino al verse descubierto, antes de ser detenido, se ahorcó de una viga.
Semanas más tarde las aguas
comenzaron a llenar de nuevo el lago. Desde entonces se ha repetido
varias veces el fenómeno, y los vecinos creen que las aguas se retiran
cuando el lago esconde algún secreto, y vuelven a aparecer cuando se le
ha dado al cadáver cristiana sepultura.
Lago de Taravilla |
Fuentes: Tierra de Leyendas