jueves, 3 de marzo de 2016

TOMIR EL GIGANTE

         Hoy he vuelto de viaje, y he visitado Caravaca de la Cruz, me ha sorprendido esta población, para bien, claro, la belleza de sus calles, parajes, iglesias, hasta el punto de lamentar no poder quedarme más tiempo. Así que, nada más llegar, me he puesto a buscar a alguna leyenda y he encontrado esta en Caravaca de la Cruz-Tu lugar de peregrinación, y prometo volver, para seguir explorandola. Espero que la disfruteís:

        "Tomir era el único de los Titanes que no quiso ascender al Olimpio, cuando estos decidieron abandonar el mundo humano, por creer en Dios y conviviendo con los celtíberos, en las tierras de Caravaca de la Cruz.

         Trajo con él, el casco de Marte, que sacó con sus manos de las entrañas de la tierra; una fuerte lóriga (armadura hecha de láminas pequeñas e imbricadas de acero) sacada del Mediterráneo y una pesadísima clava hecha del árbol más duro y corpulento de la lejana Atlántida.

      Su enorme estatura, su fuerza de coloso y la intrepidez de su corazón, le hicieron ser el guerrero más temido que jamás tuvo el mundo. Austero por naturaleza, vio con desdén los cachivaches con que pretendían atraérselo los mercaderes fenicios; impidió las crueldades de los cartagineses; partidario de la ciencia del derecho sólo dio facilidades a los romanos para que se establecieran en esta comarca, y enamorado de las bellas artes atrajo a los griegos, a los que trató siempre con agasajo y cariño, dándoles para que se establecieran la margen izquierda del río, que llamaron Argos. Pero una noche encolerizado, destruyó las ciudades de Lacedemón y Asota, habían dejado que profanasen su suelo las plantas de los bárbaros; otro día hizo que los visigodos abjurasen de Arriano; también consiguió que los africanos Tarik y Musa a reconocer la independencia de esta comarca.

      Gracias a Tomir y los romanos, se labraron las tierras que dieron abundante cosecha; dirigidos por los árabes canalizaron las aguas que fecundaron las tierras labradas; por recuerdos de los fenicios se explotaron las minas e hicieron florecer a las industrias, y por indicaciones de los helenos se construyeron palacios y estatuas y jardines.

        Pero un día, llegó una princesa de ojos negros y de cabellos de oro, acompañada de pajes y escoltada por unos guerreros negros como el ébano, que cabalgaban sobre elefantes adornados con perlas y ricamente enjaezados con gualdrapas (cobertura larga que cubre y adorna las ancas de las cabalgaduras) carmesí.

         Tomir se enamoró de ella al instante y siguió a la caravana hasta la costa, en cuyas aguas esperaba un bajel encantado de velas de raso y casco de marfil; y la princesa fingiéndole amores lo invitó a que partiese con ella a su reino lejano; y el gigante partió; la princesa con un conjuro, hizo que atacaran a la nave unos monstruos marinos hasta hacerla zozobrar; pero Tomir, consciente de la traición, apresó a la princesa, y con el agua al pecho, hizo frente a los monstruos y venció; mientras tanto los moros entraron en la ciudad y saquearon sus palacios y destruyeron sus jardines y estatuas, y ayudados por los genios la rodearon de tan altas torres, de tan recias murallas y de tan hondos fosos que se creyeron invencibles.

         Tomir  volvió y la desleal princesa  fue sepultada viva bajo el “Álamo Blanco” desde donde en las noches de San Juan, al filo de las doce aún perciben sus  lamentos los oídos de los enamorados.

         Cuando terminó, volvió a su ciudad, y al verla rugió de tal forma que se estremecieron los montes, y se desplomaron las torres, y se derrumbaron las murallas, y tras una batalla duró cinco siglos, fue vencida. Desde entonces, cubierto de sudor y de tierra el gigante encantado duerme frente al poniente de la ciudad.

         En la tierra que lo cubre brotaron los breñales; sobre su cuerpo, pastan los ganados e hicieron sus cabañas los pastores; por sus recias perneras aullaron los mastines a los lobos, y entre los lambrequines de su casco anidaron las águilas caudales. En los atardeceres, desde el Camino del Huerto ven la silueta del gigante los ojos de los románticos y de los idealistas; el gigante encantado duerme, y dicen las crónicas de unos astrólogos agoreros, que cuando las trampas de guerra de un ejército invasor suenen por la vega de la ciudad, el mágico coloso sacudirá la tierra que lo cubre, y cogiendo su clava, librará de enemigos a la Caravaca inmortal."