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lunes, 14 de septiembre de 2015

LA LEYENDA DE LA CRUZ DEL DIABLO

          La ciudad de Cuenca, es una de las pocas ciudades, de las que nombro en mi blog, que he tenido el placer de visitar repitadas veces, y creo que ya tocaba escribir alguna de sus leyendas, y voy a empezar por la Leyenda de la Cruz del Diablo, la cual nos sitúa en el siglo XVIII.

        Había un joven llamado Diego, hijo de un oidor (
un juez que en las audiencias del reino oía y sentenciaba las causas y pleitos) de la ciudad. Era un joven muy apuesto y habilidoso en justas y torneos, pero era demasiado conquistador, iba de mujer en mujer, y sus padres se avergonzaban de él. Aún así, era muy solicitado entre las damas de alta cuna de la ciudad. 

           Un día caluroso de verano, apareció una dama misteriosa. Diego, nada más verla, quedo prendado, y como era su costumbre, se propuso conquistarla, pero por mucho que la buscara, no lograba encontrarla, había desaparecido. Pero un día de otoño, ella volvió a la ciudad y, desde entonces, ya no se separó Diego de ella. Esto provocó un gran escándolo en la ciudad, ya que, al parecer, ella era igual de licenciosa que él, sin respetar nada ni nadie.

           El padre de Diego, una vez más escandalizado por la conducta de su hijo, intentó persuadirle para se  alejara de aquella extraña mujer. Diego no atendía a razones, y como única respuesta que le daba, era que su intención era casarse con Diana, el padre al escuchar su nombre, se asustó y temió aún más por el fin de su hijo, y pidió a Dios que lo protegiera, ya que, en aquella época, Diana era un nombre pagano.

         Pasaron los días, y en el día de Todos los Santos, la pareja, junto con unos compañeros de sus indiscretas aficiones, se burlaban del miedo que mucha gente tenía en salir de su casa o bromear a propósito de los difuntos y del más allá. Diego, envalentonado, le propuso un desafío a uno de sus amigos, que consistía en hacer una excursión, en ese mismo momento, al campo. Su amigo, que no estaba tan seguro, más que nada por la noche que era, le propuso aplazarla al amanecer del día 3. 

           Según avanzaba la noche, el tiempo iba empeorando, con fortísimos truenos, los amigos de Diana y Diego, fueron retirándose dejándolos solos, y estos se dirigieron hacía la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, para resguardarse. 

Ermita de Nuestra Señora de las Angustias
           Diana se sentó junto a Diego en las escaleras del atrio., y al no cesar la lluvia, Diego le propuso guarecerse en la ermita. Con su caballerosidad innata, la cogió en brazos y se dirigió hacía allí, pero de repente hubo un rayo deslumbrante, iluminando toda la zona. Diego para evitar deslumbrarse miró hacia abajo, y lo que vio, le paralizó, descubrió no una pierna de mujer, sino una horrible pata de cabra, peluda y fea, terminada en una horrible pezuña. Subió las gradas de la escalera donde se habían sentado y abrazándose a la cruz pidió auxilio a Dios. La fingida Diana desapareció en un alarido, envuelta en siniestros resplandores.

          Diego aterrorizado, descendió las escaleras y se dirigió al Convento de los Descalzos, en cuya puerta estaba la cruz. Empezó a llamar a la puerta con golpes fuertes, presa del pánico. Cuando los frailes abrieron la puerta, se echó al suelo, y se confesó delante del prior lo que le había pasado y de todos sus pecados, y no se iba a levantar hasta que no le dejaran quedarse en el convento. El prior lo aceptó, ya que vio era sincero, y vivió muchos años de vida ejemplar y penitente, y murió santamente.
         
         Prueba de esta leyenda es la cruz, que se conserva en el atrio del antiguo convento de los Descalzos, en cuyo centro se ve una mano extendida con cinco dedos, que según la tradición era la huella de la mano de Diego cuando se abrazó a la cruz pidiendo el auxilio divino, al identificar a Diana como el demonio.

Cruz en el Convento de los Descalzos
 Fuente: Padulcofrade

lunes, 3 de agosto de 2015

EL LAGO DE TARAVILLA

         Era por el siglo XVI, en un día tormentoso, apareció en una posada, un caballero bien vestido. El posadero le abrió la puerta y le indicó dónde estaba la lumbre para que pudiera secar sus ropas. Como la tormenta no cesaba y la noche se echaba encima, decidió alojarse allí; mandó que le prepararan una buena cena y una habitación para dormir.

          El Posadero, observando la buena calidad de las ropas del caballero, pensó que se trataba de alguien con mucho dinero, así que, decidió robarle el dinero. Le sirvió la cena lo más rápido posible, y sin cambiar palabra con él para que ,sin ninguna distracción, se retirara inmediatamente a su aposento.. El dueño de la posada, se despidió para acostarse, se metió en su cuarto, buscó un afilado cuchillo, y con gran agitación esperó a que su huésped estuviese acostado.

          Esperó a que el huésped se durmiera, permaneciendo atento a cualquier ruido, y cuando se aseguró de que el caballero ya estaba dormido, se dirigió a su dormitorio, abrió con cuidado la puerta, se lanzó sobre la cama y clavó repetidas veces el arma sobre el infeliz. El asesino cuando comprobó que el hombre estaba muerto, registro sus ropas, hallando en ellas varias bolsas de oro.

          El posadero, satisfecho de si mismo, contó las monedas una y otra y vez, a continuación las escondió, metió a la víctima, en un saco lleno de piedras y cosido, lo cargó y lo llevó a la laguna de Taravilla, la cual creen sin fondo y comunicada con la Muela de Utiel por abismos subterráneos.

          Cuando volvió a la posada, limpió y se deshizo de cualquier rastro del caballero, se acostó satisfecho y durmió toda la noche. Al día siguiente, no encontró el cuchillo, y temió de que se lo hubiera dejado clavado en el cadáver, ya que el arma llevaba grabada en la hoja su nombre y apellidos. Intentó tranquilizarse pensando que no había forma humana de que alguien llegara al fondo del lago y lo encontrara. 

         Pasaron los meses, y el posadero seguía con su vida. Pero un día, fuerte temblor de tierra se dejó sentir en la comarca, abriendo las entrañas de la Muela de Utiel, lo que hizo que bajaran las aguas del lago de Taravilla, hasta el punto de que el lago quedó seco. Ante tal acontecimiento, toda la población de alrededor, se acerco al lago para verlo. Uno de los curiosos, se fijo en un saco abierto, se acercó y vió un cadáver con un puñal en la mano, ese puñal llevaba el nombre del posadero grabado. La noticia se divulgó rápidamente, y el asesino al verse descubierto, antes de ser detenido, se ahorcó de una viga.

        Semanas más tarde las aguas comenzaron a llenar de nuevo el lago. Desde entonces se ha repetido varias veces el fenómeno, y los vecinos creen que las aguas se retiran cuando el lago esconde algún secreto, y vuelven a aparecer cuando se le ha dado al cadáver cristiana sepultura.
Lago de Taravilla
 Fuentes: Tierra de Leyendas