Ataecina o Ataegina es una diosa ctónica (hace referencia a los dioses del inframundo) adorada por los antiguos íberos, lusitanos, carpetanos y celtíberos en la península ibérica, una de las deidades ibéricas más importantes. Es la diosa del renacer (la primavera), la fertilidad, la naturaleza, la luna y la curación.
El sociólogo Moisés Espírito Santo afirma que el nombre combina Atta y Jana, el primero un epíteto de la diosa madre arquetípica y el segundo el nombre de la deidad romana Jana (forma femenina de Jano) o posiblemente de Diana, la diosa de la Luna. Este sociólogo también afirma que Ataecina es una deidad compuesta que surge de tendencias sincréticas (intento de conciliar doctrinas distintas).
El culto de Ataecina se extendió sobre todo en Lusitania y Bética; también había santuarios dedicados a Ataecina en Elvas (Portugal) y Mérida y Cáceres en España, además de otras localidades cerca del Guadiana. Fue una de las principales deidades adoradas en Myrtilis (actualmente Mértola, Portugal), Pax Julia (Beja, Portugal) y especialmente en la ciudad de Turobriga, cuya localización precisa no es conocida. Es conocida por diversas inscripciones en los valles del Tajo y del Baetis (Guadalquivir), donde la asimilaron a la diosa romana Proserpina. A menudo se la representaba con una rama de ciprés.
El culto a Ataecina se caracteriza por el levantamiento de altares y el uso de pequeños exvotos que bien podían tener forma de cabritas o cilindros en los que se tallaba un rostro de grandes ojos redondos combinados con otras formas geométricas que conformaban los rasgos de la cara. En las inscripciones se pide tanto su bendición, maldiciones (que podían ir desde una enfermedad hasta la muerte), o sanaciones.
Es curioso destacar que muchos de los yacimientos en los que se han encontrado inscripciones y objetos dedicados a Ataecina se encuentren cerca de explotaciones mineras de hierro y estaño. Esto refuerza el carácter de diosa del Inframundo de Ataecina, ya que en varias mitologías, el dios del Inframundo es poseedor también de los metales y minerales ocultos en las entrañas de la tierra. Un ejemplo sería el dios griego Hades.
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