viernes, 16 de junio de 2017

SORGINAS / SORGIÑAS

Las Brujas, de Goya
     Sorgina quiere decir bruja en euskera. Las leyendas las sitúan como asistentes de la diosa Mari en su lucha por hacer pagar cara la mentira. Como personajes históricos, las "sorginak" se reunían las noches de los viernes en un "aquelarre" para celebrar rituales mágico-eróticos, que han pasado a la historia debido especialmente al célebre proceso de las Brujas de Zugarramurdi. No hay que confundir este término con el de adivino/a, que recibe el nombre de azti.

     En sus orígenes, según Julio Caro Baroja, "la Brujería vasca aparece ligada a una peculiar situación social del país y adherida a una tradición de paganismo, que hacía decir a varias personas del siglo XV que los vascos, tan católicos hoy, eran gentiles (paganos)". 

      En 1466 una representación de Guipúzcoa se dirigió al rey de Castilla Enrique IV para pedirle que autorizara a los alcaldes para que se pudieran sentenciar y ejecutar sin posibilidad de apelación en casos de brujería, alegando que las brujas estaban causando grandes daños y perjuicios en la provincia. El rey accedió por una real cédula fechada en Valladolid el 15 de agosto de aquel mismo año. 
     Hacia 1500 se abren varios procesos contra los brujos y brujas de la sierra de Amboto (en el Señorío de Vizcaya) en la que se dice que vive una especie de divinidad llamada la "Dama de Amboto". En esta ocasión ya se habla de rituales de adoración al diablo en figura, entre otras, de macho cabrío. Siete años después aparece otro foco de brujería en un lugar no precisado que hace que intervenga el tribunal de la Inquisición española de Logroño, produciéndose la quema de unas treinta supuestas brujas.

     En 1517 se publica un tratado sobre supersticiones (Tractatus de Superstitionibus) de Martin de Arles, canónigo de Pamplona, que parece que se escribió en el siglo anterior, y en el que se refiere a las brujas del reino de Navarra. En el libro recoge la idea tradicional de la Iglesia, que arranca de Agustín de Hipona, que considera que lo que hacen las brujas es una ilusión provocada por el diablo.

      En 1527 surge un nuevo caso en Navarra. En ese año dos niñas se presentan ante el Consejo Real de Navarra en Pamplona declarándose brujas, ofreciendose para delatar a otras de su oficio, alegando que sólo entre ellas se identifican. Los oidores del Consejo les creyeron y nombraron a un inquisidor llamado Avellaneda para que junto con un grupo de cincuenta soldados fuera de pueblo en pueblo por los valles del Pirineo Navarro deteniendo a quienes señalaran las niñas. Siguiendo el procedimiento propuesto por éstas, mirar el ojo izquierdo de los sospechosos, fueron detenidos ciento cincuenta presuntos brujos y brujas. 

     En 1528 hubo una campaña contra la brujería en el Señorío de Vizcaya llevada a cabo por fray Juan de Zumárraga nombrado inquisidor y en la que también participó Avellaneda y Sancho de Carranza, inquisidor de Calahorra. En 1530 las Juntas Generales de Guipúzcoa pidieron la intervención de un inquisidor para que acabara con las brujas, quien según la tradición murió envenenado por ellas. Hubo otro foco en Navarra en 1538 que dio lugar a numerosas detenciones y en 1555 varios pueblos de Guipúzcoa volvieron a reclamar la intervención de la Inquisición, pero el Consejo de la Suprema Inquisición estimó que los casos que habían sido relatados en los memoriales que se le habían enviado no habían sido verificados, ni comprobados, por lo que no envió ningún inquisidor. Ese mismo año un tribunal civil de Bilbao abrió un proceso contra unas supuestas brujas de la localidad vizcaína de Ceberio, basándose en el testimonio de dos niñas, al parecer instigadas por los dos bandos enfrentados en el pueblo. Veintiuna personas fueron encarceladas, diecisiete mujeres y cuatro hombres, y condenadas al tormento de agua y cordel. En 1575 hubo un nuevo caso en Navarra y bastantes hombres y mujeres fueron encarcelados por orden del Consejo del reino. Como en 1555 la Inquisición se mostró mucho más prudente que las autoridades civiles que exigían un castigo ejemplar y se negó a emplear un rigor excesivo. En 1595 los representantes de la villa de Tolosa en las juntas generales de Guipúzcoa piden la intervención de la Inquisición debido a la gran cantidad de brujos y brujas que había en su zona.
     En la actualidad, la brujería vasca no ha desaparecido. En 1826 el alcalde de Fuenterrabía extendió un certificado a una mujer, a petición de ésta, en el que se hacía constar que no era bruja, sino católica apostólica romana. Al parecer se trataba de una curandera a la que un cliente insatisfecho la había denunciado. En épocas más recientes ha habido indicios, recogidos por Julio Caro Baroja, de que "algunas gentes han celebrado reuniones de aire misterioso y de intención diabólica".
     Hay lugares que se consideran puntos de reuniones de brujas, como las cuevas de Zugarramurdi o la de Azcondo, el dólmen de Arrizala (Álava), la fuente de Narbaja (Álava), o la peña de Osquia, en el valle de Iza (Navarra), entre otros. Así al pasar por ellos se tomaban precauciones como coger guijarros y trazar una cruz con ellos.

Fuente: Wikipedia