En la mitología griega, Casandra era hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. Casandra fue sacerdotisa de Apolo, con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión del don de la profecía.
Apolo amaba a Casandra pero, cuando ella no le correspondió, él la maldijo: su don se convertiría en una fuente continua de dolor y frustración. En algunas versiones de este mito, Apolo escupe en su boca al maldecirla; en otras, este acto suele suponer la pérdida del don recientemente adquirido, pero el caso de Casandra es diferente. En Orestes ella promete a Apolo que se convertirá en su consorte, pero no lo cumple, por lo que desata su ira.
Aunque Casandra previó la destrucción de Troya, la muerte de Agamenón y su propia desgracia, fue incapaz de evitar estas tragedias, tal era la maldición de Apolo. Su familia creía que estaba loca y, en algunas versiones, la mantuvieron encerrada en casa o encarcelada, lo que la hace enloquecer. En otras versiones, simplemente era una incomprendida.
Sólo una vez se hizo caso a Casandra. Cuando el joven Paris llegó a Troya para competir en unos juegos atléticos, ella le reconoció como su hermano perdido, por lo que el rey Príamo aceptó al pastor como uno de sus hijos.
Casandra lamentó el haber reconocido a Paris, ya que, Príamo le encargó que partiera a Grecia en misión diplomática, Casandra trató de advertir a todos de las nefastas consecuencias que este viaje tendría para Troya, Pero nadie le creyó, y Paris partió, para regresar meses después con Helena, esposa del rey de Esparta. Casandra advirtió a todos de la desgracia de acoger a aquella mujer en la ciudad, había visto cómo mientras Troya ardía hasta los cimientos, Helena regresaba a su hogar para vivir una existencia dichosa junto a su esposo y sus hijos. Príamo, cansado de los malos augurios que salían de la boca de su hija, la mandó despedir de su presencia. Helena se quedaría en Troya, sellando de esta manera el destino de la ciudad.
Una vez concluida la guerra de Troya, durante el saqueo de la ciudad, Áyax, hijo de Oileo encontró a Casandra refugiada bajo un altar dedicado a Atenea. Aunque la princesa se agarró a la sagrada estatua de la diosa, Áyax desoyó los ruegos, y la arrastró junto con la estatua. Según algunas fuentes la violó en ese preciso lugar; para otras fuentes, el sacrilegio cometido por Áyax había consistido en no respetar la sagrada estatua de la diosa. Este hecho condenó al guerrero, pues Poseidón, impelido por la humillada Atenea, hundió su barco en las cercanías del promontorio de las rocas Giras, donde Áyax murió ahogado, o clavado a las rocas por el tridente de Poseidón según otra variante de la leyenda.
Casandra fue entregada como concubina al rey Agamenón de Micenas. Éste ignoraba que, mientras guerreaba en Troya, su esposa Clitemnestra se había hecho amante de Egisto. Cuando Agamenón y Casandra regresaron a Micenas, Clitemnestra le pidió a su marido que anduviera por encima de una alfombra morada, el color que simboliza a los dioses. A pesar de que Casandra le avisó reiteradamente que no lo hiciera, el rey la ignoró y cruzó la alfombra, cometiendo así un sacrilegio. Clitemnestra y Egisto asesinaron a ambos. En algunas versiones, Casandra y Agamenón habían tenido gemelos: Telédamo y Pélope. Ambos fueron asesinados también por Egisto.
Télefo, hijo de Heracles, también amaba a Casandra. Sin embargo, ella se burlaba de él y le ayudó a seducir a Laódice, hermana de Casandra.
Hay otras versiones en las que Casandra, siendo niña, pasó la noche en el templo de Apolo con su hermano gemelo Héleno y las serpientes del templo chuparon y limpiaron sus orejas, por lo que ambos serían capaces a partir de entonces de oír el futuro. Este es un tema recurrente en la mitología griega. Otras versiones sugieren que Casandra consiguió la habilidad de entender el idioma de los animales, en lugar de conocer el futuro.
Fuente: Wikipedia, https://portalmitologia.com/