En la mitología griega, se llamaban ondinas a las ninfas acuáticas (Náyades) de espectacular belleza que habitaban en los lagos, ríos, estanques o fuentes al igual que las Nereidas mitad mujer y mitad pez.
Se las describe como seres muy alegres y traviesas, y se dice de su risa que es capaz de hechizar a los viajeros y marineros que se encuentran con ellas, hasta el punto de perder la voluntad. Además de sus bellas voces, tienen el poder de predecir el futuro
Les gusta la compañía humana e incluso llegan a unirse en matrimonio con los hombres de las villas cercanas a los lagos. Se dice que las ondinas no tienen alma y la única forma de conseguir una es a través del matrimonio con un mortal y alimentar a los hijos de esta unión.
También existe una leyenda nórdica (o germánica) en que, Ondina, es la heroína. A su nacimiento todas las hadas de los alrededores se reunieron en torno a su cuna y le proporcionaron muchas cualidades. Su abuela, que también era hada, le proporciona una persistencia excepcional. Un día, Ondina es raptada por un joven noble que consigue enamorarla hasta tal punto que rehúsa ir a ver a su madre enferma. Como castigo, su abuela la condena a amar por siempre al joven noble. Este, cansado de ella, finge creer que esta le ha engañado con otro. Le dice que no la creerá hasta que no le traiga un jarrón enorme lleno de agua del río Niddeck. Tras tres días de marcha llevando ese enorme peso, Ondina cae exhausta al agua mientras rellena el jarrón. Su abuela, el hada, va a rescatarla y para evitarle continuar sufriendo a causa del noble, la transforma en una ninfa protectora de las aguas del río Niddeck. Desde entonces, en los días de tormenta, se ve su reflejo en el agua de las cascadas del río.
Fuente: Wikipedia