En la mitología romana, Silvano, era el espíritu de los campos y bosques, un espíritu protector a quien se dice que en tiempos muy remotos los pelasgos (pueblos predecesores de los helenos como habitantes de Grecia) tirrenos (Mar Tirreno) habían dedicado una arboleda y un festival. Aparentemente heredado del etrusco (pueblo de origen desconocido procedentes del centro de Italia) Selvans, no tiene relación con el griego Sileno. El dios celta Sucellos fue asimilado a Silvano, y el dios eslavo Borevit tenía similitudes con él.
Higinio Gromático
cuenta que Silvano fue el primero en poner piedras para señalar los
límites de los campos y que cada estado tenía tres Silvanos: un Silvanus domesticus (llamado en inscripciones Silvanus Larum y Silvanus sanctus sacer Larum), un Silvanus agrestis (también llamado salutaris) que era adorado por los pastores, y un Silvanus orientalis,
esto es, el dios que presidía sobre el punto en el que comenzaba el
estado. Por esto a menudo se aludía a los Silvanos, en plural (Silvani).
En relación con los bosques (sylvestris deus) presidía sobre las plantaciones y disfrutaba de los árboles que crecían salvajes, por lo que se le representa llevando el tronco de un ciprés. Respecto al ciprés, se cuenta que Silvano, o según otras fuentes Apolo, estaba enamorado del joven Cipariso y una vez mató por accidente una cierva que pertenecía a éste. Cipariso murió de pena por ello y fue transformado en ciprés.
También se le describe como la divinidad protectora de los rebaños de
ganado y cuya fertilidad promueve. Era un apasionado de la música: la siringa (instrumento de viento, parecido a la flauta, pero con nueve u ocho agujeros) estaba consagrada a él y se le menciona junto con los Panes y las Ninfas. Posteriormente, incluso identificaban a Silvano con Pan, Fauno, Inuus y Egipán. Catón el Viejo le llama Mars Silvanus, por lo que lo relaciona con el Marte
italiano, y también se afirmaba que su relación con la agricultura era
sólo con las labores realizadas por los hombres, siendo excluidas las
mujeres de su culto.
En la poesía latina, así como en obras artísticas, siempre aparece como un hombre anciano pero alegre y enamorado de Pomona. Los sacrificios que se le ofrecían consistían en uvas, espigas de trigo, leche, carne, vino y cerdos.
Fuente: Wikipedia