domingo, 20 de octubre de 2019

TIRESIAS


     En la mitología griega, Tiresias fue un adivino ciego de la ciudad de Tebas; fue, junto con Calcas, uno de los dos adivinos más célebres. Hijo de Everes y de la ninfa Cariclo, Tiresias tuvo dos hijas: Manto y Dafne.

     Tiresias es un adivino que aparece desde la época de Cadmo hasta la expedición de los Epígonos (hijos de los héroes argivos que lucharon y murieron en la primera guerra tebana): fue Tiresias quien aconsejó que se entregara el trono de la ciudad al vencedor de la Esfinge y, más tarde, sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes. También aparece en la Odisea, cuando Odiseo quiere saber como será su regreso a Ítaca, viaja al Hades para consultar a Tiresias.

     Tiresias no nació ciego ni adivino. Según la versión de Ferécides de Atenas, Tiresias, adolescente, sorprendió a Atenea cuando se bañaba desnuda en la fuente Hipocrene en el Monte Helicón.​ La diosa consideró esta indiscreción de Tiresias como un atentado contra su pudor, y «Atenea le puso entonces las manos sobre los ojos y lo dejó ciego».

     La madre de Tiresias, la ninfa Cariclo, que formaba parte del cortejo de Atenea, suplicó a ésta que le devolviera la vista a su hijo. La diosa, puesto que no tenía el poder para deshacer el acto, le concedió otro don: «Ella le purificó las orejas, y esto le permitía comprender perfectamente el lenguaje de los pájaros; después ella le dio un bastón de cornejo, gracias al cual caminaba como las gentes que veían». Atenea le concedió igualmente una vida más larga que la del común de los mortales y el poder de guardar sus dones en los infiernos.

     En la segunda versión, según Ovidio, mientras Tiresias paseaba por el bosque en el Monte Cilene, en el Peloponeso, encuentra a dos serpientes que estaban apareándose y separa con un golpe de su bastón. Hera, disgustada, lo transforma en mujer. Tiresias permanece con esta apariencia durante siete años y se convierte en sacerdotisa de Hera. Se casa y tiene una hija, Manto, que también heredará el don de la profecía. El octavo año, Tiresias-mujer vuelve a ver de nuevo a las mismas serpientes aparearse. Según unas versiones las dejó tranquilas, según otras (Higino), las volvió a pisotear. Como premio a su comportamiento, Hera le levantó el castigo y le devolvió su masculinidad. Ovidio dice: «Si cuando se os castigó, le dice, vuestro poder es tan grande para cambiar la naturaleza de vuestro enemigo, voy a cambiaros una segunda vez».

     En una discusión en el Olimpo, Zeus pretendía que en el acto sexual la mujer sentía más placer que el hombre y su esposa Hera pretendía lo contrario. Los dioses decidieron pedir el consejo de Tiresias, que tenía la experiencia de ambos sexos. Tiresias se pone de parte de Zeus, y declara: «De diez partes un hombre solamente goza de una». Hera inmediatamente lo volvió ciego por su impiedad. Zeus no podía ir en contra de la decisión de Hera, pero, para compensar su ceguera, le ofreció el don de la adivinación y una larga vida de siete generaciones humanas.

     La última versión corresponde ya a la época helenística, ampliándolo al menos en siete episodios, con amores apropiados en cada uno de ellos. Este relato cuenta que Tiresias habría nacido del sexo femenino y que, como toda joven, suscitó el deseo de Apolo. El dios, a cambio de sus favores, le enseñó música. Cuando creció, Tiresias-mujer rechazó a Apolo. Éste la convirtió entonces en hombre para que sintiera lo que es el deseo, el empuje que propicia Eros. A partir de esta primera metamorfosis y después de haber sido el árbitro de la disputa entre Zeus y Hera sobre la cuestión del placer sexual, Tiresias sufriría no menos de seis cambios de un sexo al otro.

     El Pseudo-Apolodoro cuenta que Anfitrión consultó al adivino para resolver el misterio del «impostor» que, durante su ausencia, había tomado su apariencia y había compartido el lecho de Alcmena.

     Por otra parte, Píndaro y Teócrito, han tratado este motivo en el nacimiento de Heracles: sus obras respectivas hacen mención de una intervención diferente del adivino Tiresias con ocasión del nacimiento del héroe.

     La primera, Nemeas, de Píndaro, estaba destinada a la celebración del vencedor de un concurso de carros en los juegos: sus cualidades y su sagacidad son así comparados a los de Heracles. Tras las primeras hazañas del recién nacido, que abate a las serpientes enviadas por la vengativa Hera, Anfitrión, padre de Alcide (Heracles), a la vez asombrado y entristecido por su fuerza y su coraje fuera de lo común, consulta a su ilustre vecino: el adivino va así a ser el intérprete del destino del semidios, de sus futuras hazañas, así como de la inmortalidad junto a su padre que le es prometida. Teócrito, en su 24º Idilio, narra la predicción de su gloria futura que hace el adivino Tiresias. El final del poema describe la extraordinaria educación del hijo de Zeus.

     Tiresias aparece como un personaje recurrente en las tragedias griegas que narran la legendaria historia de Tebas. Cronológicamente, el primer episodio en ser llevado a escena, se encuentra en la tragedia de Eurípides Las bacantes. La pieza tiene por contexto la instauración violenta del culto de Dioniso en Tebas: el adivino aparece con Cadmo, fundador y primer rey tebano, y uno y otro son de los pocos personajes oficiales en tomar partido en favor del nuevo dios.​ Cadmo y Tiresias, disfrazados de mujeres, viajan a las montañas para honrar a Dioniso y unirse a las bacantes tebanas en las fiestas en honor a él. 

     Otro episodio aparece en Edipo rey, de Sófocles. Con respecto a la historia contada en Las bacantes, el tiempo mitológico ha avanzado cuatro generaciones. La peste se ha abatido sobre Tebas: Creonte, el cuñado de Edipo, dando respuesta al oráculo de Delfos, revela que es necesario purificar el país de la deshonra producida por el asesinato del anciano rey Layo. Tiresias es llamado por el rey a fin de que denuncie a los asesinos. Al principio se niega a dar respuestas directas, y, ante las demandas del rey, la violenta disputa que sigue le impulsará a decir que el rey no desea realmente que aparezca el asesino. Espoleado por las acusaciones del rey de que no tiene ninguna visión o de que, aún peor, ha tomado parte en el conspiración, Tiresias finalmente le revela que el verdadero asesino es el propio rey. Ultrajado, Edipo lo expulsa del palacio, pero al poco comprende la verdad.

     La obra siguiente es de Eurípides: Las fenicias. Una vez Edipo ha entregado el trono a sus hijos Eteocles y Polinices, éstos deciden repartirse el poder, cada uno aceptando reinar alternativamente durante un año. La maldición de Edipo cae entonces sobre ellos: su padre les ha maldecido y están condenados a matarse entre ellos, después de que hubieran recluido a su padre en el palacio. Así, el conflicto estalla desde el primer año: Eteocles, tirano ávido de poder, rechaza dejar el trono. Polinices, con la ayuda de los siete jefes, asedia su propia ciudad. Al final, ambos hermanos combaten en un duelo que acaba en la muerte de ambos atravesados por sus lanzas. Los tebanos ganarán la guerra gracias a las profecías de Tiresias, que revela la necesidad de ofrecer en sacrificio al hijo de Creonte: Meneceo.​ La historia de la guerra la cuenta Esquilo en su obra Los siete contra Tebas.

     El último episodio aparece en la obra de Sófocles Antígona, y es la continuación de Las fenicias. Creonte, nuevo rey de Tebas, decide entonces celebrar los funerales solemnes de Eteocles, pero prohíbe dar sepultura al «traidor» Polinices, conforme a las órdenes dadas por Eteocles antes de morir. Antígona, su hermana, no respeta la prohibición: recubre el cadáver de tierra y celebra los ritos fúnebres. Creonte la descubre y es condenada a ser enterrada viva. Los dioses no aprueban la medida, y cuando entra en escena Tiresias es para hacer que Creonte respete las inmutables leyes divinas que ordenan dar sepultura. Se revela así plenamente su papel de consejero político, aconsejando al jefe del estado. Sin embargo, frente a las revelaciones de Tiresias, la naturaleza colérica y autoritaria del tirano va rápidamente retornando: a quienes intentan hacerle razonar y mostrarle las amenazas que pesaban sobre su cabeza, Creonte les responde con insultos. El adivino se retira entonces, anunciando el castigo inminente de los dioses: la muerte para todo aquél que vea la muerte de Antígona. Creonte tiene miedo y suspende la ejecución, pero Antígona, antes de ser enterrada viva, decide ahorcarse. Cuando llega Creonte, su propio hijo Hemón, que era amante de Antígona, intenta matarlo, y después se suicida. Cuando Euridice, mujer de Creonte, es informada de la muerte de su hijo, también se quita la vida.

     La muerte de Tiresias, tuvo lugar durante la toma de Tebas por los Epígonos, los hijos de los Siete de Tebas que habían participado en la primera expedición contra la ciudad beocia.

     Según Pseudo-Apolodoro,el anciano adivino huyó de la ciudad con los supervivientes tebanos y que, al hacer un alto en su compañía cerca de la fuente Telfusa, murió tras haber bebido agua muy fría de la fuente. Pausanias, por su parte, declara que el adivino, así como su hija Manto, permanecieron en el interior de la ciudad, donde fueron hechos prisioneros por los argivos, que decidieron enviarlos a Delfos, para allí ser consagrados al dios Apolo.​

     La avanzada edad de Tiresias no le permitió completar la totalidad del trayecto, y murió cerca de la fuente Telfusa, donde se encontraría su tumba, que Diodoro sitúa precisamente en el monte Tilfusio, cercano a esa fuente.

     La versión del mito de Calímaco explica que Tiresias había obtenido de Atenea la facultad sobrenatural de conservar su espíritu tras la muerte. Es provisto de este don que hace su aparición en la Nekuia, un episodio de la Odisea: para consultar a Tiresias, Odiseo se dirige al Hades, ya que necesita saber todo lo concerniente a su regreso, la situación de Ítaca y sus otras posibles hazañas. El héroe, siguiendo los consejos de Circe, cumple las libaciones y sacrificios necesarios para entrar en contacto con las almas de los difuntos. La sangre de las víctimas sacrificadas, cayendo en el abismo, hace subir del Hades las almas de los muertos que desean ser interrogadas: sólo después de haber bebido podrán conversar con Odiseo. La sombra de Tiresias debe, sin embargo, beber la primera, como si dispusiera además de una cierta preeminencia en el Hades: en efecto, Tiresias es presentado por Circe como «el ciego, que no ha perdido nada de su espíritu», mientras que las otras almas son consideradas como las «cabezas sin fuerza de los muertos». En fin, Tiresias es descrito como «llevando un cetro de oro», un símbolo del poder que le ha sido reconocido.

     Beneficiándose así de este favor, puede todavía decir lo que han resuelto los dioses y predecir a Odiseo todas las trampas que le esperan en su regreso. Después de haber explicado la causa del odio de Poseidón, que persigue a Odiseo y a sus compañeros por haber dejado ciego a su hijo el Cíclope, el adivino prodiga sus consejos: entre ellos, el de respetar a toda costa el ganado de Helios. De otro lado, anuncia al héroe que la masacre de pretendientes que deshonran su casa no será para él la última aventura: deberá todavía volver a partir hasta que encuentre a una tribu que no sepa de la existencia del mar, y hacer allí un sacrificio a Poseidón. Sin embargo, a pesar de la ayuda de Circe y de Tiresias, Odiseo no conseguirá evitar la isla de Helios, donde sus compañeros comprometerán definitivamente su suerte de regresar a Itaca. Sólo Odiseo volverá a su isla, donde contará a su esposa Penélope el extraño encuentro con el adivino «muerto».

Fuente: Wikipedia