Baphomet (también Bafomet, Bafumet, Bafometo, Baffometo) es un supuesto ídolo o deidad cuyo culto se le atribuye a los Caballeros de la Orden del Temple. Su nombre apareció por primera vez cuando los templarios fueron enjuiciados por herejes. Durante el proceso muchos de los caballeros de la orden fueron sometidos a tortura, y confesaron numerosos actos heréticos (herejías).
Entre ellos se incluyó la adoración a un ídolo de este nombre. Se
entiende que aquellos que buscan destacar esta imagen son contrarios al
cristianismo.
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Representación de Baphomet |
Se ha apuntado a que el nombre pudiera ser una variante local del
nombre Mahoma. Los templarios acusados de herejes vivían en Occitania,
cuya lengua local era el occitano. En las lenguas vecinas se usaron los
términos Mahomet (francés) y Mafumet (catalán). Esta hipótesis se apoya
en que en el acta contra los templarios no se dan mayores explicaciones,
apuntando a que era un término de uso habitual.
Otras fuentes más aventuradas sostienen que la testa barbuda en cuestión correspondería a Jesucristo. Esto último estaría contradiciendo la creencia en la Resurrección. Destacan que esta cabeza (no ya una mera representación, sino una cabeza humana embalsamada) no era otra que la de Juan el Bautista.
El rey de Francia envió órdenes selladas con la instrucción de que se abrieran el día 12 de octubre de 1307. Estas incluían la detención de todos los
templarios de su zona, de cualquier rango, y la puesta a disposición de
los delegados reales las propiedades de la Orden. Estas instrucciones
iban acompañadas de un manifiesto en el que
Felipe IV, explicaba los motivos de su proceder y señalaba
los delitos de los que se acusaba a los templarios: “Como bestias de
carga privadas de razón, superando de hecho la irracionalidad de las
bestias en su bestialidad, han abandonado a Dios su creador y ofrecido
sacrificios a los demonios y no a Dios... gente loca entregada a la
adoración de ídolos”.
En cuanto a la manera de proceder contra los templarios, era la siguiente: detener a los templarios, ocultarles el
motivo, incautación de los bienes, puesta a disposición de los
detenidos bajo el comisario de la Inquisición, interrogatorio y aplicar
la tortura
si no se obtienen resultados. Si se obtienen, se consignará por escrito
y se buscarán unos testigos. La información que se les dará en ese
interrogatorio es que la que posee el Papa y el rey de Francia proviene
de la propia Orden, de toda confianza, que el Papa lo sabe todo, y que
se les perdonará si confiesan y se les reintegrará al seno de la
Iglesia.
Hacía pocos años que la Iglesia había emitido una bula en la que se
señalaba que en casos de conveniencia manifiesta podrían aplicarse
métodos de tortura para encontrar la verdad y defender al pueblo de
Dios. En procesos personales, la única defensa que le queda a un
individuo es escribir un alegato de inocencia y listar en él los nombres
de sus enemigos, de manera que si el tribunal o la comisión de la
Inquisición comprueba que el delator figura en esa lista, el reo
quedaría libre. En el caso de los templarios se presentó una
circunstancia especialmente desfavorable para ellos: se les detuvo, se
les interrogó y se les torturó individualmente por crímenes como la
herejía y la idolatría que se supone que cometió la orden al completo,
es decir, se les acusa personalmente por delitos colectivos.
Algunos escritores, ante el hecho de la
uniformidad en las descripciones de la ceremonia de ingreso y de algunas
de las herejías descritas, sugieren la aplicación de un cuestionario en
los interrogatorios y torturas. Esto no es descabellado, pues ya la orden de detención iba acompañada
de las acusaciones en que se basaba y sobre las que se debía interrogar a
los templarios, pero el manifiesto de procedimiento emitido por la casa
real francesa lleva aparejada una lista con acusaciones básicas que hay que confirmar, aun bajo la aplicación de la tortura. Lo único
que varía es la descripción del ídolo por parte de los reos que nunca llegó a
despertar sorpresa ninguna en los inquisidores.
Con respecto a las declaraciones obtenidas, algunos de ellos llegaron a
mencionar la renegación de la cruz o de Cristo, pero ninguno nombró al
famoso ídolo.
Jules Michelet
señala que las variantes son prueba de culpabilidad pero no llega a
analizar las uniformidades ni a justificar la existencia de esas
variantes, sobre todo cuando algunos presos templarios habían sido
iniciados en ceremonias de ingreso bajo los mismos dignatarios de la
Orden, pero con herejías e ídolos completamente diferentes.
Dentro de la lista de cargos reunidos contra los templarios, aparecen más de cien acusaciones. Las referentes a la idolatría son: adoración de un gato que se les
aparecía en las asambleas, que en cada provincia había ídolos, a saber,
cabezas, alguna con tres caras, otras con una, y otras era una calavera
humana, que adoraban a esos ídolos, o a ese ídolo, y especialmente
durante los grandes capítulos y asambleas, que las
veneraban como a Dios, que las veneraban como a El Salvador,
que decían que esa cabeza podía salvarlos, que podía hacerlos ricos,
que les dio la riqueza de la Orden, que hizo que los árboles
florecieran, que hizo que la tierra germinase, que tocaban o rodeaban
cada cabeza de los citados ídolos con pequeños cordones, que luego se
ceñían alrededor del cuerpo, cerca de la camisa o de la carne, y que
actuaban así como veneración a un ídolo. En las zonas de Francia donde no se procede a los interrogatorios con
torturas, o no se cobran confesiones, o si se cobran son muy ligeras:
renegación de Cristo y la absolución que daba el Maestre a algunos
miembros de la Orden.
Cuando se celebraron los concilios provinciales en otros países, el
resultado fue claramente a favor del Temple, en el sentido de que no
reconocieron su participación en actividades heréticas, mágicas, o
demoníacas.
En los Estados Pontificios
no se consiguió ninguna declaración. Sin embargo, cuando se insistió
ante
Clemente V y acabaron aplicando la tortura, se encontraron
confesiones sobre la cruz, los besos obscenos y la adoración de un
ídolo. En Lombardía y la Toscana
se aplicó la tortura por orden de Clemente V. No obstante, aunque no se
incluyeron en las actas del proceso en esa zona, se obtuvieron más
negativas a las acusaciones que confesiones de culpabilidad. En Alemania
los 37 templarios protestaron su inocencia y se ofrecieron a pasar la
prueba de fuego para demostrarlo, así como un buen número de testigos
ajenos al Temple.
En un lugar más aislado, y con un cierto resentimiento hacia los
templarios, por varias décadas de política poco afortunada, los testimonios, de dentro y de fuera de la Orden, eran totalmente exculpatorios.
Por orden real se peinaron todas las casas, iglesias y encomiendas templarias con el objetivo de llevar a París
cualquier imagen, ligeramente apartada de la ortodoxia, que pudiera
tomarse por el famoso ídolo. No se encontró más que una imagen en la
casa de la Orden en París, el famoso Temple. Se trata de una cabeza de
mujer que podría ser un relicario. Un corolario a estas pruebas extraídas de las actas de los
procesos contra los templarios es que la aparición en esecena de un
ídolo llamado Baphomet se ciñe a las proximidades o influencia de la
Corte Francesa. En zonas más alejadas, periféricas o ajenas no se
encontraron testimonios, pruebas ni indicios de la existencia de un
"baphomet" templario.
Fuente: Wikipedia