Hoy he vuelto de viaje, y he visitado Caravaca de la Cruz, me ha sorprendido esta población, para bien, claro, la belleza de sus calles, parajes, iglesias, hasta el punto de lamentar no poder quedarme más tiempo. Así que, nada más llegar, me he puesto a buscar a alguna leyenda y he encontrado esta en Caravaca de la Cruz-Tu lugar de peregrinación, y prometo volver, para seguir explorandola. Espero que la disfruteís:
        "Tomir era el único de los Titanes que no quiso ascender al Olimpio, cuando estos decidieron abandonar el mundo humano, por creer en Dios y conviviendo con los celtíberos, en las tierras de Caravaca de la Cruz.
        
 Trajo con él, el casco de Marte, que sacó con sus manos de las entrañas de la tierra; una fuerte lóriga (armadura hecha de láminas pequeñas e imbricadas de acero) sacada del Mediterráneo y
 una pesadísima clava hecha del árbol más duro y corpulento de la lejana
 Atlántida.
      Su enorme estatura, su fuerza de coloso y la intrepidez de su 
corazón, le hicieron ser el guerrero más temido que jamás tuvo el mundo.
 Austero por naturaleza, vio con desdén los cachivaches con que 
pretendían atraérselo los mercaderes fenicios; impidió las crueldades de los cartagineses; partidario 
de la ciencia del derecho sólo dio facilidades a los romanos para que se
 establecieran en esta comarca, y enamorado de las bellas artes atrajo a
 los griegos, a los que trató siempre con agasajo y cariño, dándoles 
para que se establecieran la margen izquierda del río, que llamaron Argos. Pero una noche encolerizado, destruyó las ciudades de Lacedemón y Asota, habían dejado que profanasen su suelo las plantas de los 
bárbaros; otro día hizo que los visigodos abjurasen de Arriano; también consiguió que los africanos Tarik y Musa a reconocer la 
independencia de esta comarca.
      Gracias a Tomir y los romanos, se labraron las tierras que dieron abundante cosecha; dirigidos por
 los árabes canalizaron las aguas que fecundaron las tierras labradas; 
por recuerdos de los fenicios se explotaron las minas e hicieron 
florecer a las industrias, y por indicaciones de los helenos se 
construyeron palacios y estatuas y jardines.
       
 Pero un día, llegó una princesa de ojos negros y de cabellos de oro, acompañada de pajes y escoltada por unos guerreros negros 
como el ébano, que cabalgaban sobre elefantes adornados con perlas y 
ricamente enjaezados con gualdrapas (cobertura larga que cubre y adorna las ancas de las cabalgaduras) carmesí.
         Tomir se enamoró de ella al instante y siguió a la caravana hasta la 
costa, en cuyas aguas esperaba un bajel encantado de velas de raso y 
casco de marfil; y la princesa fingiéndole amores lo invitó a
 que partiese con ella a su reino lejano; y el gigante partió; la princesa con un 
conjuro, hizo que atacaran a la nave unos monstruos marinos hasta
 hacerla zozobrar; pero Tomir, consciente de la traición, apresó a la princesa, y con el agua al pecho, 
hizo frente a los monstruos y venció; mientras tanto los 
moros entraron en la ciudad y saquearon sus palacios y
 destruyeron sus jardines y estatuas, y ayudados por los genios la 
rodearon de tan altas torres, de tan recias murallas y de tan hondos 
fosos que se creyeron invencibles.
         Tomir  volvió y la desleal princesa  fue sepultada viva bajo el “Álamo Blanco” desde donde en
 las noches de San Juan, al filo de las doce aún perciben sus  
lamentos los oídos de los enamorados.
        
 Cuando terminó, volvió a su ciudad, y al 
verla rugió de tal forma que se estremecieron los montes, y se desplomaron
 las torres, y se derrumbaron las murallas, y tras una batalla
 duró cinco siglos, fue vencida. Desde entonces, cubierto de sudor y de tierra el gigante encantado duerme frente al poniente de la ciudad.
        
 En la tierra que lo cubre brotaron los breñales; sobre su cuerpo, pastan los ganados e hicieron sus cabañas los pastores; por 
sus recias perneras aullaron los mastines a los lobos, y entre los 
lambrequines de su casco anidaron las águilas caudales. En los 
atardeceres, desde el Camino del Huerto ven la silueta del gigante los 
ojos de los románticos y de los idealistas; el gigante encantado duerme,
 y dicen las crónicas de unos astrólogos agoreros, que cuando las 
trampas de guerra de un ejército invasor suenen por la vega de la 
ciudad, el mágico coloso sacudirá la tierra que lo cubre, y cogiendo su 
clava, librará de enemigos a la Caravaca inmortal."

