martes, 15 de marzo de 2016

EL JABALÍ DE CALIDÓN



     
Había un príncipe llamado Meleagro, de Calidón, que cuando era niño enfermó a causa de unas fiebres, y su vida corría peligro. La casualidad quiso que, en ese momento, aparecieran las tres parcas. Átropos (Morta) dijo:

     -La vida del niño durará tanto tiempo como ese tronco de acebo que arde en el hogar.

     La madre de Meleagro corrió hacia el fuego y sacó el tronco de ahí, echó agua para apagarlo y lo escondió en un cofre. El niño se curó inmediatamente y de mayor llego a ser el mejor lancero de Grecia.

     Pero un día, el padre de Meleagro, olvidó mencionar a Artemisa durante un sacrificio a los dioses del Olimpo, provocando la cólera de la diosa y lo castigó enviando un enorme jabalí para que matara a sus granjeros y arrasara sus campos. El rey, entonces, envió heraldos, invitando a todos los héroes de Grecia a que vinieran a su reino, para cazar al jabalí. Quien matara al animal podría quedarse con su piel.

     La mayoría de los héroes que vinieron para la cacería habían sido argonautas, también grandes cazadores, entre los cuales se encontraba una chica alta y delgada, llamada Atalanta, así como también dos centauros.

     Cuando Anceo vio a Atalanta, se ofendió hasta pedir que la echaran, alegando que las mujeres no servían para la cacería y que alguien saldría mal parado por su culpa. Meleagro se negó, alabando las cualidades de ella en la cacería y asumiendo toda la responsabilidad, y que si no estaba de acuerdo, era él quién debía abandonar la cacería. Anceo, ante aquello, no tuvo respuesta, y accedió, más que nada porque tenía muchas ganas de conseguir el jabalí.

     Una vez todo aclarado, los cuernos sonaron y los cazadores se adentraron entre los árboles. Linceo vio al jabalí escondido cerca de un antiguo arroyo y dio la voz de alarma. El jabalí salió entonces corriendo y mató a tres de los cazadores. Un cuarto cazador, el joven Néstor, dio un grito de aviso y se subió a un árbol. Jasón y los gemelos celestiales lanzaron jabalinas contra la bestia, pero todos fallaron. Sólo Ificles logró rozarle un costado. Poco después, mientras Peleo corría para ayudar a un cazador que había tropezado con una raíz, Atalanta disparó una flecha, que atravesó la cabeza del jabalí por detrás de la oreja y que hizo que el animal huyera chillando.

     El jabalí embistió, Anceo intentó herirle con su hacha de combate, pero falló y el jabalí lo despedazó con sus colmillos. Luego, Peleo le lanzó una jabalina, pero rebotó en un árbol y mató a otro de los cazadores. Por fin, Anfiarao dejó ciega a la bestia, atravesándole el ojo derecho con una flecha. El jabalí arremetió contra Teseo y entonces, Meleagro, se abalanzó sobre el animal por el lado en que éste no podía ver. Meleagro hundió la lanza por debajo del omóplato de la bestia y se la clavó en el corazón.

     El monstruo cayó muerto. Meleagro lo despellejó enseguida y le entregó la piel a Atalanta, ya que, según él, su flecha era la más fatídica de todas y tarde o pronto, el animal, habría caído por su herida. Los tíos de Meleagro protestaron, diciendo que era él quién se la merecía, pero este se negó, y se impuso a ellos, dándole la piel a Atalanta.

     Uno de los tíos de Meleagro, lleno de rabia, le espetó que él estaba enamorado de ella y por eso se la daba, y que iba a opinar su esposa de esto, y el resto de hermanos lo apoyaron, diciendo que era verdad, porque o si no, no tenía ningún sentido. Meleagro empezó a discutir con ellos, y en un ataque de furia cogió su lanza, matando a dos de sus tíos.

     Cuando regresaron al castillo, la madre de Meleagro se enteró de que su hijo había matado a sus dos hermanos favoritos, así que sacó el tronco de acebo del cofre y lo arrojó al fuego. Cumpliendo así la profecía de las parcas, muriendo cuando se consumió el tronco.