Ixión y Néfele (1615), por Pedro Pablo Rubens. |
En la mitología griega, Ixión era uno de los lápitas, y rey de Tesalia. Era hijo de Flegias (según Eurípides), de Leonte (Higino) o de Antión (Esquilo).
Ixión prometió a Deyoneo un extraordinario regalo si le permitía casarse con su hija Día, pero nunca cumplió su promesa, por lo que le tomó en prenda sus yeguas. Ixión, disimulando su resentimiento, invitó a Deyoneo a una fiesta en Larissa,
prometiéndole el pago y una vez que lo tuvo en su casa, lo arrojó a un
foso lleno de carbones ardiendo. Este crimen, hizo ganarse la enemistad de los reyes vecinos, obligando a vivir escondido y huyendo
del trato de los demás.
Imploró perdón al dios Zeus,
que se apiadó de él acordándose de que hasta los mismos dioses hacían
locuras por amor.
Pero Ixión, intentó seducir a Hera,
la mujer de Zeus, que indignada se lo contó a su marido. Otra versión
afirma que Hera estaba dispuesta a complacer a Ixión para vengarse de
las infidelidades de Zeus, que se enteró por otros medios. Para probar
si las proposiciones eran ciertas, Zeus creó una nube con la forma de su
mujer, y la hizo aparecer ante Ixión, que cayó en la trampa. De la
unión de Ixión y la falsa Hera, llamada Néfele, nació el niño Centauro, que cuando llegó a adulto engendró con yeguas de Magnesia la raza de los hombres-caballo, que por eso eran llamados ixiónidas.
Zeus lo desterró. Pero cuando vio que el
ingrato presumía de haber seducido a Hera, lo mató con un rayo, y le condenó al Tártaro, donde Hermes le ató con serpientes a una rueda ardiente que daba vueltas sin cesar. Solo descansó de su tormento el tiempo que Orfeo estuvo en los infiernos, pues su maravilloso canto hizo que se parara la rueda.
Fuente: Wikipedia