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| El Círculo Mágico, de John William | 
     Una bruja o brujo, es una persona que practica la brujería. La representación de una bruja se asocia a una mujer con capacidad de volar montada en una escoba, así como con el Aquelarre y con la caza de brujas. Al brujo algunos lo asocian con el vidente o con el clarividente, otros lo asocian con el chamán, mientras que otros lo asocian con un brujo de tribu más orientado a la curación de enfermos del cuerpo y del alma, etc. 
    La palabra española «bruja» es de etimología dudosa, posiblemente prerromana, del mismo origen que el portugués y gallego bruxa y el catalán bruixa. En el País Vasco y en Navarra se utilizó también el término sorgin.
     Al comienzo del Medioevo, Clodoveo I, rey de los francos del año 481 al año 511, promulgó la llamada Lex Salica condenando a las brujas a pagar fuertes multas. Y Carlomagno, establecido entre los años 780 a 782, prisión para los adeptos a la brujería.
     Paralelamente, se desarrolló toda una literatura de inquisición denunciando los poderes maléficos de las brujas. Pero es en 1326, a través de una bula pontificia del papa Juan XXII, que podemos decir realmente comienza una exacerbada persecución a las brujas, la que se extendió por cerca de cuatro siglos. Durante esos procesos 
dirigidos contra las brujas y los magos, las creencias y los mitos se 
establecieron y se consolidaron. 
     La Iglesia Católica del siglo XV decidió publicar la bula apostólica Summis desiderantes affectibus en 1484, seguido de un manual demonológico, Malleus maleficarum (Martillo de las brujas), escrito por dos inquisidores domínicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger.
     En 1563, Jean Wier, médico en la corte del ducado de Cléveris,
 deseoso de suavizar y atemperar las primeras persecuciones, afirmó que 
consideraba a las brujas como simples espíritus perdidos, lo que Michel de Montaigne compartió y reafirmó en la reedición de sus ensayos en 1588.
     Las ejecuciones de brujas se legitimaban por las confesiones que los inquisidores les arrancaban, a menudo bajo tortura, o engañando y confundiendo a las inculpadas con promesas mentirosas. Al principio, los procesos eran dirigidos por gente de Iglesia, más tarde, fueron encargados a los laicos. En 1599, el rey Jacobo I de Inglaterra
 mostró como es posible probar la culpabilidad, 
pinchándola, o bien echándola al agua: si se la pinchaba y no sangraba, 
la susodicha era reconocida como culpable de brujería; y por su parte, 
si se tiraba al agua a la mujer y no se ahogaba, también ello se 
interpretaba como signo de que era una bruja.
     Siglos XVI y XVII 
fueron los que sufrieron las persecuciones más horribles y numerosas. Anteriormente, se consideraba que los brujos eran tanto hombres como 
mujeres, pero los procesos de brujería fueron casi 
exclusivamente en contra de las mujeres.
     La caza de brujas tuvo dos etapas álgidas : la primera entre 
1480 y 1520, y la segunda entre 1560 y 1650. Las últimas 
persecuciones y los últimos procesos concluyeron hacia el fin del
 siglo XVIII y principios del siglo XIX.
     Se estima hoy día que el número de 
víctimas fue entre 50.000 y 100.000. 
 Obviamente, nos estamos refiriendo a un número elevado de afectados en 
proporción a la población europea de la época. Y entre estos condenados a
 muerte, se estima que alrededor del 80 % de las víctimas fueron 
mujeres. 
     Estas mujeres frecuentemente pertenecían a las clases populares, y entre ellas, sólo 
una minoría hubieran podido ser catalogadas como enfermas mentales o 
como auténticas criminales. Eran de todas las edades y condiciones, y de 
diversas confesiones religiosas, con frecuencia parteras o curanderas, 
pues los remedios de estas últimas se basaban en brevajes y también en infusiones o decocciones de raíces y de hierbas. 
     Un medio horrible y despiadado de saber a ciencia cierta si una mujer
 era una bruja, consistía en tirarla al agua con las manos y los pies 
atados. Como en teoría, una bruja era más 
liviana que el agua, si flotaba y no se ahogaba era rápidamente 
rescatada y quemada viva, mientras que si por el contrario la mujer se 
ahogaba, ello era prueba que había muerto inocente.
     Por lo general, las mujeres de clases privilegiadas escapaban a este 
tipo de acusaciones y de persecuciones, aún cuando un escándalo 
salpicara a un personaje importante en la Corte, pero esa no fue la 
situación en el llamado caso de los venenos,
 episodio ocurrido en París entre 1670 y 1682, y que implicó la 
acusación y muerte de varias decenas de personas. Por su parte, Catalina de Médici
 no vaciló en utilizar este tipo de acosos y de procesos para eliminar a
 algunos personajes políticamente molestos, en oportunidad de ejercer 
las sucesivas regencias en nombre de sus hijos menores, entre 1559 y 1574.
     La creencia en las brujas y los procesos de brujas realmente 
comenzaron a ponerse en duda en forma más o menos generalizada a partir 
del fin del siglo XVII.
     El pastor alemán Anton Praetorius, editó en 1602 el libro Sobre el estudio en profundidad de la brujería y de las brujas, en donde se expresaba en contra de la caza de brujas y en contra de la tortura. En Francia, Louis XIV remplazó las ejecuciones a muerte por destierros de por vida, y en Estados Unidos, el juez y el jurado de Massachusetts, responsables del llamado Procesos de Salem (1692-1693), firmaron un arrepentimiento público en el cual se retractaban por lo hecho.
   En Inglaterra, la ley contra la brujería fue definitivamente abolida en 1736, lo que desgraciadamente no impidió el ahorcamiento de la última bruja inglesa en 1808.
     Las últimas condenadas que fueron quemadas en Europa, datan del fin 
del siglo XVIII y principios del siglo XIX, como por ejemplo Anna Göldin en 1782 en Suiza, o una condenada en 1793 en Polonia. Y en Francia, una mujer acusada de brujería fue quemada por campesinos el 28 de julio de 1826, mientras que otra en 1856 fue lanzada dentro de un horno en la comuna de Camalès.
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| Vuelo de Brujas, de Francisco de Goya | 
     Hacia el fin del siglo XV, europeos instruidos creían que 
las brujas practicaban actividades 
diabólicas, como por ejemplo la magia negra o el mal de ojo. Creían que todas las brujas o casi todas ellas hacían un pacto con el diablo, y que daba a la bruja el poder de desarrollar maleficios.
     Las brujas rechazaban la fe
 cristiana, y eran rebautizadas por Satanás, 
como símbolo de sumisión. Luego el diablo aplicaba 
entonces una marca sobre la bruja. 
     A través de ese pacto, ambas partes se comprometían a respetar una especie de contrato jurídico, que obligaba al diablo a abastecer de riquezas y de poderes a la bruja, quien a cambio prometía sumisión, y se comprometía a entregar su alma después de su muerte. La cuestión de los vuelos nocturnos, de la posible transformación en 
algún animal, y de las reuniones junto a una figura sobrenatural,
 formó parte de manera temprana de la creencia. Pero la asociación de las brujas 
con el maligno, con el crimen, y con la sexualidad, fue una teoríaalgo más tardía, y que se elaboró poco a poco en el siglo XVI.
     Los ingredientes del sabbat, comprendían un culto organizado consagrado y devotos a demonios.
 La presencia de estos bajo una forma semianimal, las orgías, la 
profanación de los sacramentos, fueron ideas y creencias elaboradas bajo
 la influencia de los teólogos y los inquisidores de mediados del siglo 
XIII a mediados del siglo XV, y difundidas a través de tratados de 
demonología, como por ejemplo el Malleus maleficarum, o como los predicamentos de San Bernardino de Siena, luego confirmados por los miembros laicos de los tribunales de justicia o de los parlamentos.
     Las acusadas de brujas en esa época, fueron forzadas a suscribir o a 
ratificar, bajo tortura o presión psicológica, a ese marco de creencias y
 ese estado de cosas, y sus confesiones así confirmaban, a ojos de 
muchos, la validez de los hechos relatados y la existencia de los 
poderes ocultos mencionados, contribuyendo así a difundir estas 
suposiciones.
Fuente: Wikipedia 

