En la mitología romana, Lara (también llamada Lala, Laranda, Larunda o Tácita) es el nombre de una náyade, hija del dios-río Almón y famosa tanto por su belleza como por su charlatanería, y era incapaz de guardar cualquier secreto.
Un día, Júpiter se enamoró de Juturna, pero no pudo satisfacer sus deseos, pues la ninfa se arrojó al Tíber para esconderse de él. Entonces Júpiter llamó en su auxilio a todas las náyades y les rogó que impidiesen que Juturna se escondiese en sus orillas. Las náyades cumplieron este ruego, a excepción de Lara, quien acudió a Juno, la esposa de Júpiter, y le relató los devaneos del dios.
En castigo por su indiscreción, Júpiter le arrancó la lengua y ordenó a Mercurio que la encerrase en los infiernos. En el camino, la viola aprovechando su incapacidad para pedir auxilio como narra Ovidio en Las Metamorfosis. Ella dio a luz dos gemelos, llamados los lares, que custodiaban las encrucijadas y vigilaban las ciudades.
Por su larga estancia en el inframundo Lara se convirtió involuntariamente en una ninfa ctónica (dioses y espíritus del inframundo), y con el tiempo Numa Pompilio inició su culto como Tácita, la diosa silenciosa (Dea Muta), convencido de que en el buen gobierno de una nación esta diosa era tan necesaria como la de la elocuencia.
Fuente: Wikipedia