En contra de lo que se cree, en la mitología griega,
 las sirenas son criaturas con cuerpo de pájaro y 
rostro o torso de mujer, con una voz musical, prodigiosamente atractiva e 
hipnótica. La tradición las hacía habitar en una Isla del Mediterráneo 
frente a Sorrento, en la costa de la Italia meridional.
     Se las menciona por primera vez en la Odisea de Homero. En un principio, los griegos trataban a las sirenas como las encargadas de transportar las almas al Hades (función que más tarde realizaría Hermes en su papel de psicopompo).
     En época preclásica comenzaron ya a asimilar, ciertos aspectos aislados de otras ninfas como las náyades o las nereidas. Náyades y nereidas resultaban letales para
 los hombres debido a su naturaleza acuática, si bien eran normalmente 
benéficas y les prestaban ayuda; en cambio, las sirenas adquirieron un 
carácter maligno de matiz monstruoso, pues el influjo irresistible de su
 canto llevaba intencionadamente a la perdición. Las naves que se 
acercaban a su isla acababan estrellándose contra las rocas y ellas 
devoraban a los marineros, dejando la costa repleta de huesos.
     Algunos antropólogos
 plantean que estos 
seres fueran inicialmente genios que guardaban el paso hacia las Puertas
 de la Muerte. Puertas que muy bien podrían estar simbólicamente 
emparentadas con el paso de Escila y Caribdis.
     Distintos relatos las hacen descender de los dioses fluviales Aqueloo o Forcis, sea sin intervención femenina o con la de las musas Estérope, Melpómene o Terpsícore,
 relacionadas con el canto y el baile. Su número es también impreciso, 
contándose entre dos y cinco. Los nombres registrados incluyen Agláope (la de bello rostro), Telxiepia (de palabras aclamantes) o Telxínoe (deleite del corazón), Pisínoe (la persuasiva), Parténope (aroma a doncella), Ligeia, Leucosia (como un ser puro), Molpe (la musa), Radne (mejoramiento) y Teles (la perfecta).
     Para Ovidio, las sirenas no siempre tuvieron esa 
forma, sino que en un principio eran  mujeres muy hermosas compañeras de
 Perséfone, antes de 
que fuera raptada por Hades. Cuando sucedió el secuestro, ellas le 
pidieron a los dioses que les dieran alas para poder ir en busca de su 
amiga. Otra versión dice que su transformación fue un castigo de Démeter
 por no defender a su hija de Hades e impedir el secuestro. También se 
dice que Afrodita les quitó su belleza, por que despreciaban las artes 
del amor. También se cuenta que las sirenas perdieron sus plumas como castigo por retar a las Musas a una competición de canto que perdieron.
     Los Argonautas, se cuenta que 
pasaron muy cerca de la isla de las sirenas, pero que Orfeo, que tenía 
fama de cantar maravillosamente hizo uso de su talento 
con tanta armonía y tan melodiosamente, que no las escucharon por lo que
 se salvaron de su terrible destino.
     Odiseo, cuando se iban 
acercando a la isla temida, por consejo de Circe, ordenó a sus hombres 
que se taparan los oídos con cera, y él que no podía con la curiosidad 
de escucharlas, se hizo amarrar al mástil, con orden de que pasara lo 
que pasara, no lo desataran. Al escuchar los cantos de las sirenas quiso
 soltarse pero sus compañeros no se lo permitieron. Cuenta la leyenda, 
que las sirenas devastadas por su fracaso, se lanzaron al mar y murieron
 ahogadas. El 
cadáver de una de ellas, Parténope, fue arrastrado por las olas hasta la orilla y en torno a su sepulcro se fundó la actual Nápoles.
Fuentes: Wikipedia, http://mitosyleyendascr.com/ 


