En la mitología griega, Hades se refiere tanto al inframundo como a su dios. Es el hijo mayor de Cronos y Rea. Según el mito, él y sus hermanos Zeus y Poseidón derrotaron a los Titanes
y reclamaron el gobierno del cosmos, adjudicándose el inframundo, el
cielo y el mar, respectivamente.
Hades también era llamado Plutón por los antiguos romanos, asociaron a Hades/Plutón con sus propias deidades ctónicas (hace referencia a los dioses o espíritus del inframundo), Dis Pater y Orco; el dios etrusco equivalente era Aita. El infierno cristiano se parece más al Tártaro griego, una parte profunda y sombría del Hades usada como mazmorra de tormento y sufrimiento.
El reino de Hades es la neblinosa y sombría morada de los muertos (también llamada Érebo),
a la que iban todos los mortales. Nadie podía abandonar este
reino una vez, excepto, Heracles y Teseo. Había varias secciones en el Hades, incluyendo el Elíseo, los Campos de Asfódelos y el Tártaro.
En la mitología romana, la entrada al Inframundo estaba en el Averno, un cráter cercano a Cumas, fue la ruta usada por Eneas (héroe de la guerra de Troya) para descender al reino de los muertos.
Para los helenos, los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, porteados por Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo (moneda griega de plata), pequeña moneda que ponían en la boca del difunto. Los pobres y quienes no tenían amigos ni familia se reunían durante cien años en la orilla cercana. Los griegos ofrecían libaciones (ceremonia que consistía en rociar una bebida en ofrenda a un dios)
propiciatorias para evitar que los difuntos volviesen al mundo superior
a perseguir a quienes no les habían dado un funeral adecuado. El otro
lado del río era guardado por Cerbero. Después, las sombras de los
difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas.
Los cinco ríos del reino de Hades y su significado simbólico eran el Aqueronte (el río de la pena o la congoja), el Cocito (lamentaciones), el Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia
(odio), el río sobre el que incluso los dioses juraban y en el que
Aquiles fue sumergido para hacerlo invencible. El Estigia formaba la
frontera entre los mundos superior e inferior.
Más allá estaba el Érebo, donde había dos lagos: el de
Lete, a donde las almas comunes acudían para borrar todos sus recuerdos,
y el de Mnemósine
(‘memoria’), de donde los iniciados en los Misterios preferían beber.
En el antepatio del palacio de Hades y Perséfone, se sentaban los tres
jueces del Inframundo: Minos, Radamantis y Éaco. Allí, en el trivio consagrado a Hécate,
donde los tres caminos se encontraban, las almas eran juzgadas,
volviendo a los Campos de Asfódelos si no eran virtuosas ni malvadas,
enviadas al camino del tenebroso Tártaro si eran impías o malas, o al Elíseo (Islas de los Bienaventurados) con los héroes intachables.
La esposa de Hades era Perséfone, hija de Deméter. Perséfone fue raptada por Hades mientras recolectaba flores en los campos de Nisa ( ninfa que crió a Dioniso), en la Provincia de Caltanissetta,
en Sicilia. Como consecuencia, Deméter lanzó una maldición
sobre la tierra que produjo una gran hambruna, y aunque uno por uno los
dioses fueron a pedirle que la levantase para que la humanidad dejase de
sufrir, ella aseguraba que la tierra permanecería estéril hasta que
volviese a ver a su hija. Por fin intervino Zeus, quien a través de Hermes
pidió a Hades que devolviese a Perséfone. Éste accedió, pero antes de
partir tomó un grano de granada, que es dulce como la miel y se la ofreció a Perséfone porque sabía que así tendría que regresar.
Deméter preguntó a Perséfone nada más verla, si no
había probado bocado mientras estabas abajo, porque si aún no lo había
hecho podría vivir con ellos, pero si lo había hecho, tendría que
volver allí, pasaría los inviernos en la tierra profunda, hasta que llegue el
calor y la tierra esté verde.
Así quedó atada Perséfone a Hades y al Inframundo. De esta unión nacieron Macaria, reina de la Isla de los Bienaventurados, Melínoe, diosa de los fantasmas, y Zagreo.
Fuente: Wikipedia